Una huelga feminista
pero no igual para todos y todas
pero no igual para todos y todas
No sabemos lo que es una huelga feminista porque nunca hemos hecho nada parecido y porque ni siquiera somos conscientes de lo que nos supone. En 1975 las islandesas se pusieron en huelga para reivindicar la brecha salarial. Eran pocas y guerreras, lo siguen siendo, así que a los islandeses no les quedó más remedio que llevarse a los niños y niñas al trabajo y asegurarse de todas las tareas se realizaban hasta que sus mujeres volvieron a sus casas. Para que nos hagamos una idea de las diferencias de contexto, en España en esa fecha Franco vivía todavía. Por poco tiempo, pero el Régimen que reprimió y subyugó a las mujeres durante toda la posguerra y el franquismo no se había movido un milímetro en ese aspecto. El concepto de huelga, como el de independencia económica o un puesto de trabajo después del matrimonio, era entonces para la mujer española ciencia ficción. Ni siquiera nos separan 45 años de aquella realidad. Si lo recordamos quizás sea más comprensible que nos cueste tanto entender la propuesta del Movimiento Feminista, que nos convoca a las mujeres para que desatendamos nuestras tareas habituales en los ámbitos laboral, de consumo y de cuidados.
Nos propone que paremos, que dejemos de hacer todas las pequeñas y grandes tareas a las que dedicamos nuestro interminable día a día, con nuestras dobles y triples jornadas, para que se visibilicen los múltiples y diversos quehaceres que componen nuestra vida diaria. Teóricamente, si las españolas descendiéramos de las aguerridas vikingas (al parecer apenas iban vikingos a la guerra según los últimos estudios), nuestra principal reivindicación fuera la brecha salarial y lleváramos 45 años de ventaja en consolidación de derechos como las islandesas, el resultado sería que los hombres llegarían a sus trabajos y, en la mayoría de las ocasiones, deberían de ocupar los puestos de las recepcionistas, camareras de hotel, limpiadoras y el resto de puestos de trabajo de atención directa, tradicionalmente femeninos, que ocupan principalmente las mujeres. Ese es el objetivo de la huelga feminista en el ámbito laboral, visibilizar esta realidad. La huelga está convocada como general porque la ley no permite convocarla de otra forma a nivel nacional. Sin embargo, si todos y todas hacemos huelga, se pierde este objetivo de visibilización porque todos los puestos, en el mejor de los casos, estarían desocupados.
Nos propone también que paremos el consumo, para cuestionar un sistema económico que utiliza y explota la capacidad de trabajo de las mujeres debido al fundamentalismo capitalista en el que se sustenta: un ciclo de producción-consumo cuyo principal objetivo es la obtención de beneficios y la acumulación de capital, que opera por el principio de la libre competencia que es absolutamente injusto y despiadado ignorando las necesidades básicas de la vida, incluidas las necesidades emocionales, que son precisamente las que atienden las mujeres sistemáticamente de forma no remunerada. La obligación ineludible de atender esas necesidades es la que nos coloca de facto en una posición de desventaja competitiva en el mercado de trabajo y de participación en todos los ámbitos de la vida pública. Este aspecto de la huelga podemos secundarla todos y todas.
Por último, nos propone una huelga de cuidados en los hogares que es probablemente el mayor de los retos porque precisamente nos convoca a dejar de atender esas necesidades esenciales para la vida de las que nos ocupamos: hablamos de atender a bebés, personas enfermas, alimentación, higiene… Trabajos desagradecidos por lo invisibles, que se hacen y deshacen todo el tiempo que, de nuevo, siguen recayendo en la inmensa mayoría de los casos en los hombros de las mujeres, 24 horas al día, 7 días a la semana, los 365 días del año.
Cuando a una mujer se le plantea que desatienda esas responsabilidades, que ha asumido voluntariamente, no por casualidad sino desde el convencimiento consciente o inconsciente de que es la persona más adecuada para realizarlos, es muy difícil que se sienta legimitada para dejar de cumplir lo que ella considera sus obligaciones. El gran reto que propone la huelga feminista es efectivamente subvertir esa realidad y propone a los hombres que se ocupen de atender esas necesidades cotidianas liberando a las mujeres que deseen dedicar esta jornada a ejercer su derecho a no cuidar, a ocupar el espacio público y a sentir su propia fuerza junto con las demás mujeres en lucha, que probablemente sea de las experiencias más empoderantes que hay.
Habrá muchas mujeres que decidan no hacer huelga de cuidados por diferentes razones que en todo caso debemos respetar, pero una persona, hombre o mujer, se encuentra con que puede dedicar toda su jornada a ocupar el espacio público para reivindicar los derechos de las mujeres sin tener que organizar cómo atender las necesidades básicas de nadie, debería hacer una reflexión sobre su posición de privilegio y hasta qué punto está dejando de asumir su corresponsabilidad en los cuidados. Pero si además un hombre no está dispuesto a aproximarse a su madre para decirle que se ocupa esa noche él de hacer la cena, a sus hermanas para ofrecerse a cuidar de sus sobrinos, a sus compañeras de trabajo para cumplir sus obligaciones mientras ellas hacen huelga… entonces tiene poco sentido que insista en acompañar a las mujeres en la manifestación del 8 de marzo, porque es esto precisamente de lo que estamos hablando, de las vidas cotidianas de las mujeres y del privilegio de ser libre y poder elegir.
“Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres” Rosa de Luxemburgo"
Paz Blanco
Presidenta del Ampa del IES Rosa Chacel